¡El tabaco, la droga nacional!

Hubo un tiempo en que el tabaco estaba prohibido, en que un fumador podía ser ejecutado o mutilado. Y hoy….

Un pitillo colocado con esmero entre los labios, un individuo – con el tiempo también la fémina –  oportunamente echado sobre la pared, exhalando magistralmente ese humo blanco… Una escena en una película cualquiera de los años del cine sin color con, por ejemplo, Humphrey Bogart como protagonista. ¡El tipo duro, el hombre! ¡Un auténtico modelo social en los albores del siglo XX!

Entonces sólo era una imagen que copiar, afianzado por la disponibilidad de la droga. Y vaya si se copió, actualmente somos millones de personas en todo el mundo, hombres, mujeres, adolescentes, niños, niñas y toda una retahíla de enfermedades asociadas, de muertes. Somos los mismos padres un ejemplo para nuestros hijos, deseosos éstos, por otra parte, de parecer adultos.

Es la ciencia y la tecnología, a través de los científicos, la que haciéndose eco de una lacra social, trata de bajarnos los humos, de ponernos datos ante nuestras propias narices, esas que todavía absorben inocentemente parte de los “cientos” de componentes químicos que conforman el tabaco.

Los investigadores nos dicen: << basta una pequeña cantidad de humo de tabaco inhalado indirectamente para dañar la facultad de aprendizaje de un niño, afectando su capacidad de lectura, matemática y razonamiento>>, <<los estudiantes que ven relativamente más películas en las que se fuma también poseen actitudes más positivas hacia este hábito>>.

Uno de los estudios más amplios sobre el fumar pasivo halló que la inhalación del humo de los cigarrillos que otros fuman aumenta el riesgo de asma y de otros trastornos respiratorios en los no fumadores, como la falta de aliento, la opresión torácica y la función pulmonar en los adultos; y que esto sucede en muchos sitios, especialmente en el centro de trabajo.

Los gobiernos están obligados a establecer nuevos patrones de salud, ya sea en centros públicos, en los lugares de trabajo o en el hogar de cada uno de nosotros. Y si todo esto tiene por motor sólo intereses económicos, benditos sean.

Casi todos los fumadores, entre ellos nuestros alumnos de la E.S.O., creen conocer perfectamente los riesgos del tabaco para su salud, pero lo cierto es que tienen una gran cantidad de concepciones falsas. Tal es el caso de creer que los cigarrillos son menos peligrosos cuando no tienen filtro, cuando tienen un reducido contenido de alquitrán o cuando se han eliminado los aditivos; que la nicotina causa cáncer, o que el riesgo de éste es el mismo para el no fumador que para aquel que fuma 5 cigarrillos al día; que las medicaciones contra la nicotina eliminan completamente la necesidad de fumar; o que la probabilidad de desarrollar un cáncer depende más de la edad de la persona que del mero hecho de fumar.

En pleno siglo XXI, ¿estamos realmente informados? ¡Ya es hora de aprender y enseñar que un solo cigarrillo hace daño!

 

Antonio Muñoz Bermejo

PROFESORADO DE CÓRDOBA POR LA CULTURA CIENTÍFICA

A DON MANUEL TOHARIA, MAESTRO DE MAESTROS, DEFENSOR DE UNA ÚNICA CULTURA. (DIARIO CÓRDOBA 2007)

Acostumbrados como estamos a los discursos planos de ponentes que saben mucho, muchísimo, pero que no transmiten emoción; el pasado día 22 de febrero comprobamos que las cosas pueden ser de otra manera.

Allí estabas, detrás de la mesa, sin papeles, sin ordenador, sin más tecnología que el torrente de tus ideas y de tu voz; sin más recursos que la palabra amiga, convencida y sin doblez.

Fue durante tu conferencia o, mejor dicho, durante el encuentro con tus nuevos amigos y discípulos de Córdoba, mientras combinabas, con  sabiduría magistral, el tiempo, el volumen de tu voz y ¡el espacio! Esos momentos tranquilos, hilvanando ideas, haciendo propuestas…  Seguidos de otros momentos de fuerza, de tensión, cercanos al enfado y la rabia, para rebatir, criticar y denunciar el “status quo” de la incultura actual. Un sano, y a veces raro, ejercicio de sinceridad, al sacar fuera de ti las esencias de tu mente inquieta y rebelde (diría de tu alma, si ambos creyésemos en su existencia etérea, fuera de los límites de nuestras neuronas). Y de vez en cuando,  momentos divertidos, esparciendo risas por la sala con anécdotas familiares, profesionales e incluso “Reales”.

Gracias por la forma de exponer tus ideas, por las vivencias y emociones que despertaste en nosotros. Gracias también por tu contribución a desmontar patrañas, por el revolcón a curanderos, astrólogos e “íkeres jiménez” que pueblan nuestra fauna y por reafirmar que nuestro trabajo, como defensores y defensoras de la Cultura (que no es de letras ni de ciencias) consiste en arrancar a las personas de los brazos de la ignorancia, en “desbobar” a los “bobos”, utilizando tus palabras que, en ningún caso sonaron a insulto, sino a revulsivo o purgante para las conciencias adormecidas,  para la sociedad y, sobre todo, para los políticos de turno.

Pero el momento cumbre, que nos puso la piel de gallina, fue cuando recorriste la anchura del salón con el fin de explicarnos el «boom» demográfico. Paso a paso ibas señalando el suelo y la pared, recreando las variables de una investigación científica. Podrías haber utilizado una diapositiva. Pero ninguna imagen hubiera sido más efectiva que la un hombre menudo, canoso, con voz afable, alzando sus manos cerca de la puerta del salón de actos del CEP, para explicar que la Humanidad ha pasado, en poco más de un siglo (unos pocos centímetros de suelo), de 1500 a 6500 millones de habitantes, gracias al progreso científico. Y, a renglón seguido, pasar  de esta alabanza, a la realidad más dramática: a pesar  de este progreso, el 20 % de los seres humanos disfrutan del 80 % de los recursos.

Gracias, en definitiva,  por hacernos comprender que, a pesar de que el cambio climático ocupa las portadas de los medios de comunicación de todo el mundo, como un problema medio-ambiental gravísimo y con consecuencias terribles para los países ricos (y también para los menos desarrollados), el mayor reto al que se enfrenta la Humanidad es la inmensa pobreza del tercer y cuarto mundos, la desigualdad e injusticia en la distribución de la riqueza y, sobre todo, la insolidaridad de los que disfrutamos de las más altas cotas de bienestar.

 

Casimiro Jesús Barbado López

Coordinador del Colectivo Profesorado de Córdoba por la Cultura Científica