¿PARA QUÉ SIRVEN LAS CIENCIAS EN LA ESCUELA? (EL DÍA DE CÓRDOBA..MARZO 2007)

El saber científico es multidimensional. Está formado por conceptos, incluyendo los hechos, las teorías y las leyes; los procedimientos y métodos de la Ciencia y las actitudes y valores que lo sustentan y permiten sus aplicaciones dentro de los límites establecidos por una ética universal.

El conocimiento científico  forma parte del acervo cultural de la Humanidad, construido colectivamente mediante la lucha del ser humano contra el Mito, para «arrancarle a la naturaleza sus secretos» y “repartirlos entre los hombres” (como dijo Gregorio Marañón, refiriéndose a Madame Curie).  Es Cultura, imprescindible para el desarrollo integral del ser humano y una herramienta fundamental para interpretar el mundo y no quedar fuera del juego  intelectual de nuestra época.

Esta comprensión del mundo es, además, el sustrato para liberarnos de supersticiones; pseudociencias, como la ufología, astrología y demás ciencias ocultas;  terapias milagrosas;  fraudes;  manipulaciones y engaños. Todo un universo de patrañas  que se multiplican sin control por la red y la televisión y a las que Carl Sagan,  en su libro «El Mundo y sus demonios», responsabiliza de una  nueva edad oscura.

Las Ciencias nos informan de los riesgos ambientales y de sus consecuencias (inundaciones, tornados, huracanes, sequías, etc.); pueden  predecir algunas catástrofes naturales con una cierta precisión (tsunamis, volcanes, deslizamientos, etc.) y nos desvelan qué zonas del planeta son más seguras y cuáles son más peligrosas para los asentamientos humanos.

Pero, además, nos facilitan  la comprensión de las interacciones entre el ser humano y su medio: calentamiento global; agotamiento de los recursos naturales; falta de agua, energía y/o alimentos para abastecer a la población mundial; pérdida de biodiversidad; contaminación ambiental; etc.

Y derivado de de este conocimiento, sobre ellas descansa el conjunto de soluciones a los problemas medio-ambientales, cuando éstas satisfacen ciertos criterios éticos (la Ciencia construye “los saberes”, mientras que la Ética, “los deberes”): Un conjunto de soluciones racionales e imaginativas dentro de lo que conocemos como Desarrollo Sostenible, que no comprometa el futuro de las generaciones venideras y que garantice unos niveles de vida dignos para todos los ciudadanos/as.

Por otra parte, la medicina y la mayoría de los objetos y materiales de uso corriente son productos del desarrollo científico y tecnológico y nos están abriendo las puertas a un grado de bienestar sin precedentes, pero también a una serie de nuevos dilemas y retos (contaminación electromagnética, clonación, Ingeniería Genética, etc.) que hay que entender y valorar en su justa medida, buscando fórmulas compatibles con un modelo de desarrollo ajustado a los ciclos naturales, que garantice, además,  el acceso a unas mejores condiciones de vida para todos los habitantes del planeta.

Dentro de este ámbito, las Ciencias fomentan actitudes y hábitos para el cuidado de la salud, así como conocimientos para hacer frente a los riesgos relacionados con la alimentación, el consumo, las drogodependencias y la sexualidad, proporcionando también las claves necesarias para comprender las nuevas tecnologías y sus posibles consecuencias para la salud y el medio ambiente.

Con los últimos avances genéticos y neurobiológicos, las Ciencias nos están ayudando a redefinir la condición humana, situando a nuestra especie en el lugar que le corresponde en la naturaleza y de esta forma afrontar las nuevas perspectivas sobre la libertad, la mente y sus enfermedades, la felicidad, etc.

Por otra parte, la disminución del analfabetismo científico nos proporciona la mejor vacuna individual y colectiva contra el dogmatismo y el fanatismo religiosos y contribuye a la necesaria y efectiva integración cultural, étnica, lingüística, social y económica de los diferentes pueblos y naciones y, a largo plazo, al desarrollo económico y social de los países más pobres.

Finalmente, la Ciencia en general pone en juego valores que le son inherentes: escepticismo; racionalidad, entendida como el poder de la razón para comprender el mundo; búsqueda de la verdad objetiva; participación de la colectividad en la construcción del conocimiento; rigor intelectual; debate y confrontación de ideas;  provisionalidad; etc.

Por todo ello, la enseñanza de las Ciencias  contribuye a la formación de ciudadanos críticos, capaces de entender la complejidad del mundo y los cambios que estamos experimentando, a la vez que  nos capacita para cuestionar las políticas de nuestros gobernantes y adoptar de forma autónoma, racional y fundamentada  nuestras propias decisiones, facilitándonos la participación activa en la comunidad, como ciudadanos informados, comprometidos, libres  y responsables. En definitiva, la socialización del conocimiento científico  es la esencia de la democracia.

Y si esto es así: ¿Por qué los políticos deciden por ley  que esta Cultura sea inaccesible para la mayoría del alumnado a partir de los 15-16 años? Buena pregunta en el año de la Ciencia.

Casimiro Jesús Barbado López

Asociación Profesorado de Córdoba por la cultura Científica

IMPULSO A LAS CIENCIAS (ABC. TRIBUNA ABIERTA. 7.03.07)

En relación con las enseñanzas científicas, planean sobre nuestro sistema educativo una serie de problemas que ni el MEC ni la Consejería de Educación han decidido abordar en las últimas reformas derivadas de la LOE: un elevado número de alumnos por aula, lo que impide la realización de prácticas de laboratorio; escasez de horario, siendo España uno de los países de la UE que menos tiempo le dedica a estas disciplinas; ausencia de laboratorios en Primaria y casi nula utilización de los de Secundaria; su absurda optatividad en 4º de la ESO y unos Bachilleratos de Ciencias e Ingeniería que no garantizan una sólida formación científica, obligando a la Universidad a impartir cursos «cero». Algunos de estos problemas explican los malos resultados de nuestros escolares en las pruebas PISA 2000 y 2003 y, algo muy preocupante, el bajo número de vocaciones científicas.

Impulsados por la necesidad de cambiar esta situación, surge, en el año 2005, el colectivo Profesorado de Córdoba por la Cultura Científica. Hoy convertido en asociación, aglutina a varias decenas de profesores/as de todos los niveles educativos, en defensa de la Cultura Científica entendida como herramienta fundamental para la formación de ciudadanos más libres, críticos, responsables y participativos, comprometidos con los problemas de nuestra sociedad.

Durante este año han centrado sus esfuerzos en la divulgación de la Ciencia mediante programas en la Televisión Municipal y un ciclo de conferencias impartido en el CEP Luisa Revuelta, con ponentes como Bernat Soria y Manuel Toharia. También han llevado a cabo una campaña de recogida de firmas para reivindicar la mejora de las áreas científicas en Andalucía. Pero su actividad estrella, denominada Paseo por la Ciencia, se desarrollará el próximo 14 de abril en el bulevar Gran Capitán, bajo estos lemas: «Hacemos en la calle lo que no podemos hacer en nuestros centros» y la «Ciencia es Cultura». Se trata de una jornada lúdica en la que el público podrá realizar casi un centenar de experimentos y comprobar que el conocimiento científico es, además de divertido, útil para nuestras vidas.

Casimiro Barbado López

Profesorado de Córdoba por la Cultura Científica

CRISIS EN LA ENSEÑANZA DE LAS CIENCIAS (SEMANARIO LA CALLE DE CÓRDOBA. ABRIL 2006)

El Nacional Council Research, una institución integrada en la Academia Nacional de Ciencias de EEUU, definió, en 1996,  como persona alfabetizada científicamente, a aquella que “tiene la habilidad para describir, explicar y predecir fenómenos naturales (…). Implica que pueda identificar los aspectos científicos que soportan las decisiones de tipo local o nacional y exprese opiniones al respecto,  sustentándolas tanto científica como tecnológicamente». Siguiendo esta línea argumental cabría preguntarse: ¿Está preparado el ciudadano/a español para  comprender el alcance de dos noticias de la última semana, sintetizadas en estos dos titulares?: “Las capas de hielo de Groenlandia y de la Antártida se habrán fundido casi en su totalidad en el año 2100 (…)” (EL MUNDO) y “España será el cuarto país europeo en autorizar la clonación terapéutica” (EL PAÍS). Me temo que la respuesta sería negativa. Aún llegaría más lejos: Según el NCR, la mayoría de los españoles serían analfabetos científicos (y los estadounidenses, por supuesto, también).

Este artículo abordará las causas de esta incultura, centradas, fundamentalmente, en nuestro sistema educativo. También esbozará la importancia del conocimiento científico en la formación ciudadana  y finalizará con las propuestas que se están apuntando, desde diversos frentes, para comenzar a resolver esta crisis.

Nuestro sistema educativo mantiene un elevado número de alumnos por aula, lo que impide la aplicación generalizada de metodologías favorecedoras de la asimilación del conocimiento científico. A esto hay que añadir la reducida dimensión temporal de las áreas  de Ciencias, siendo España uno de los países de la UE que menos tiempo le dedica a estas disciplinas en Secundaria y  Bachillerato. El panorama se completa con un currículo excesivamente centrado en contenidos memorísticos y poco significativos, que giran alrededor de una lógica disciplinar rigurosa; la ausencia de aulas específicas, laboratorios y equipamientos en Primaria y una casi nula utilización de los de Secundaria, que, aunque relativamente bien dotados, permanecen cerrados por falta de tiempo y de profesorado para llevar a cabo experiencias prácticas con grupos más reducidos. El remate final a este cúmulo de despropósitos son estas tres postreras perlas contra la formación científica: su optatividad en el último curso de la ESO, bajo el pretexto de su dificultad y la atención temprana a la diversidad de intereses del alumnado; una estructura de los Bachilleratos Científicos caótica, que no asegura una formación sólida en las cuatro disciplinas básicas, obligando a la Universidad a diseñar cursos “0” y unos Bachilleratos de Humanidades, Sociales y Artes desprovistos de Cultura Científica, siendo las de 3º de la ESO las últimas Ciencias Naturales que han estudiado muchos de nuestros titulados superiores, incluidos los maestros/as que darán clases a nuestros hijos/as.

No es de extrañar el bajo nivel detectado en investigaciones didácticas y en las famosas evaluaciones externas PISA 2000 y 2003. La mezcla anterior está provocando una disminución del número vocaciones científicas, es decir, una reducción sustancial del número de alumnos/as que eligen estas opciones en  el Bachillerato y en la Universidad y está sembrando la alarma en nuestros gobernantes, ante la necesidad de disponer de 60.000 científicos para el año 2010, como respuesta al compromiso de aumento de la inversión hasta el 2% del PIB en I+D+i, antes del final de la década.

La apropiación del saber científico (multidimensional, no solo formado por hechos, leyes y teorías) es fundamental en el proceso de desarrollo personal. Es Cultura, imprescindible para interpretar el mundo, ya que aporta los métodos y los conceptos necesarios para  la comprensión del funcionamiento de la naturaleza en su conjunto, incluida la naturaleza humana: Evolución, Procesos Químicos, Transformaciones de la Energía, Historia de la Tierra, etc. Esta comprensión del mundo es el sustrato para liberarnos de mitos, supersticiones y manipulaciones, tan en boga en los últimos años (sectas, pseudociencias, curanderismo, etc.), pues contiene los instrumentos para observar y contrastar la realidad, junto con una buena dosis de escepticismo, tan necesario para cuestionar las apariencias.

La Ciencia, además,  nos facilita la comprensión de las interacciones positivas y negativas entre el ser humano y el medio-ambiente y sobre ella se sustentan las soluciones a los problemas medio-ambientales derivados del desarrollo científico-tecnológico, cuando satisfacen ciertos criterios éticos (Ciencia son saberes y Ética, deberes). Un conjunto de soluciones racionales dentro de lo que conocemos como Desarrollo Sostenible, que no comprometa el futuro y garantice unos niveles de vida dignos para todos los ciudadanos/as.

Por otra parte, los avances médicos y la mayoría de los objetos y materiales que utilizamos son productos de la Tecnociencia, y nos están abriendo las puertas a un grado de bienestar sin precedentes y, junto con ellos,  a una serie de retos (contaminación electromagnética, clonación, Ingeniería Genética, etc.) que hay que entender, analizar  y valorar en su justa medida, buscando fórmulas compatibles con un modelo de desarrollo ajustado a los ciclos naturales y que garantice el acceso a unas mejores condiciones de vida de todos los habitantes del planeta.

Finalmente, la Ciencia, como empresa ética, pone en juego valores propios como racionalidad, búsqueda de la verdad, participación, rigor intelectual, debate y confrontación de ideas,  provisionalidad de las teorías, sensibilización ambiental, etc. Por tanto, su enseñanza contribuye a la formación de ciudadanos críticos, capaces de entender la complejidad del mundo y los cambios que estamos experimentando, a la vez que  nos capacita para tomar decisiones racionales y fundamentadas y participar activamente en la comunidad, como ciudadanos informados, comprometidos, libres  y responsables. En definitiva, la socialización de este conocimiento es la esencia de la democracia.

Por desgracia, ante el analfabetismo científico de nuestros escolares y de la sociedad, el Gobierno responde con “más de lo mismo”:  una Ley Orgánica de Educación en la que disminuyen los Objetivos Generales relacionados con la Ciencia y mantiene su optatividad a partir de los 15 años.

La situación descrita anteriormente y los importantes cambios que ha experimentado nuestra sociedad en los últimos años, con un mundo cada vez más globalizado, la expansión de las nuevas tecnologías de la información y de la comunicación, la grave crisis ambiental y un cambio en las formas de vida occidentales, en las que prima el consumismo, lo perceptivo, la comodidad y la superficialidad, por encima del esfuerzo, la reflexión y la responsabilidad (GARCÍA PÉREZ 2005), están propiciando la movilización del profesorado. En Córdoba, docentes de Secundaria, Primaria y Universidad hemos constituido un colectivo denominado Profesorado de Córdoba por la Cultura Científica, con el fin de reivindicar una mayor presencia de las Ciencias en el currículo y en la “calle”. Nuestra última actividad reunió en el bulevar Gran Capitán, a muchos cordobeses y cordobesas en torno a unas cuarenta experiencias, bajo un espléndido sol, el pasado 11 de marzo. La Administración andaluza, aparentemente sensibilizada por esta problemática, ha presentado un documento titulado “Educación y Cultura Científica”, cuyo borrador final fue debatido en Granada a comienzos de marzo y que esperamos sirva para trazar las líneas maestras que permitan afrontar esta crisis. A nuestro juicio las soluciones  pasan por las siguientes medidas: dotación de los medios necesarios en Primaria; reducción del número de alumnos/as por aula; mejora en la formación del profesorado; aumento de  la carga horaria de Ciencias en la ESO; su obligatoriedad hasta los 16 años, con dos opciones, según las dificultades e intereses del alumnado; sistematización de las   prácticas, con dotación de profesorado en los centros para la realización de desdobles; reestructuración del Bachillerato de Ciencias e Ingeniería, con un mayor peso de las asignaturas científicas en el currículo; introducción de una asignatura científica en los demás Bachilleratos; cambios en los contenidos, más centrados en la realidad y en sus problemas, a escala local, regional y global, proporcionando una imagen más compleja de la Ciencia, con procedimientos, valores, historia, experimentación, reflexión, debate y sus relaciones con sociedad; adopción de Metodologías basadas en la investigación de situaciones problemáticas y, por último, una mayor presencia de la Ciencia en la sociedad.

Propuestas que no recoge el borrador de la Ley Andaluza de Educación, a pesar del esfuerzo mantenido durante el año en el que se celebró el centenario de una de las Teorías que cambiaron nuestra concepción del mundo: la Teoría de la Relatividad.

 

Casimiro Jesús Barbado López